Pensamiento Crítico. El régimen jordano y la Autoridad Palestina: una guerra continua contra la resistencia

Por Khaled Barakat. Resumen Medio Oriente, 24 de abril de 2025.

Con cada operación de seguridad llevada a cabo por los aparatos del régimen en Jordania «contra el terrorismo», surgen los voceros de la autoridad palestina, aprovechando la oportunidad para renovar su lealtad, difundir mentiras, infamias y, por supuesto, atacar a la resistencia y demonizar su campo popular y armado en Palestina, Líbano y la región.

Deliberadamente, recuerdan los «eventos de los años setenta» del siglo pasado (la guerra contra la resistencia en Jordania), los evocan y atacan a todos sin preámbulos, utilizándolos como espantajo, excusa y justificación para reprimir, prohibir protestas y criminalizar a las fuerzas de la resistencia. Al mismo tiempo, pulen su imagen ante los círculos del enemigo en Washington, Tel Aviv, Londres y París. Así es como el régimen jordano consolida su lógica distorsionada en nombre del «escudo de la patria», y así es como la Autoridad Palestina en Ramallah lanza su ataque contra la resistencia bajo el lema de «proteger la patria».

No se necesitan operaciones de sacrificio para que los lacayos del régimen se enfurezcan y declaren su guerra contra la resistencia. Cada «alcalde» que ha llegado a Amán en los últimos años ha emitido un decreto prohibiendo la celebración de un acto popular en conmemoración del mártir Abu Ali Mustafa, exsecretario general del Frente Popular para la Liberación de Palestina, asesinado por el enemigo sionista el 27 de agosto de 2001. Esto ha ocurrido más de una vez. En cuanto a la postura de la Autoridad en el «interior» y las acciones de sus aparatos en Ramallah, esa es una historia conocida.

Los voceros del régimen gritan y nos aturden hablando de «seguridad», «estabilidad» y el «Estado jordano», mientras levantan el dedo acusador contra la vanguardia del pueblo jordano y lanzan consignas vacías que los intelectuales de palacio repiten contra los «grupos iraníes», como quien mastica aire. Espantajos que ya no asustan ni engañan a nadie. El pueblo jordano, especialmente la nueva generación, es consciente del papel funcional del régimen en Amán y su lugar en la estrategia estadounidense y occidental. Ya ha visto todas sus obras teatrales y películas repetidas.

Nuestro pueblo en Jordania y Palestina no necesita que nadie le explique la profundidad de sus lazos históricos; es un solo pueblo, unido por un mismo destino, y sabe mejor que nadie el papel del régimen jordano y de las clases mercenarias que sirven al proyecto colonial, protegiendo las colonias de la entidad sionista y sus «fronteras».

Las voces de los defensores del «trono hachemita» y los acuerdos de «Oslo-Wadi Araba» ocupan las tribunas de los medios híbridos tras el anuncio del «desmantelamiento de células terroristas en Amán». Compiten por defender a la clase gobernante frente a la resistencia y su base popular. Corren en las televisiones petroleras para atacar a Irán, Hezboláh y los Ansaroláh, como si estos fueran el enemigo maldito, y no los sionistas. Así es como se movilizan sectores subordinadas cuyo destino está ligado al petróleo y la ayuda exterior, distribuidas a ambos lados del río Jordán. Nadie más que ellas provoca lo que llaman «divisiones sectarias y tribales». Y nadie como ellas siembra discordia y divisiones entre un mismo pueblo.

El régimen en Jordania quiere mantener su privilegio en Jerusalén con el nombre de la «custodia hachemita de los lugares sagrados». Una gran mentira frente a una realidad que grita las frías verdades sobre la situación de la ciudad santa y ocupada, que sufre muerte y humillación cada hora bajo la ocupación. Pero el régimen, al igual que la Autoridad en Ramallah, no ve en Jerusalén ni en la masacre diaria en Gaza un motivo para cortar relaciones con la entidad sionista.

Tampoco quiere asumir su responsabilidad histórica y política por la pérdida de Jerusalén y el país en 1948 y 1967. Al mismo tiempo, las fuerzas de seguridad le arrebatan al ciudadano su derecho a luchar por Jerusalén, su libertad, su apoyo a Gaza y su protesta contra las prácticas de Ben Gvir y su rebaño. Le niega incluso el derecho a rechazar la masacre diaria, la judaización, el desplazamiento, la demolición de hogares y la profanación constante de la Mezquita de Al-Aqsa y los santuarios islámicos y cristianos.

El régimen jordano firmó el acuerdo de Wadi Araba en 1994, usando como excusa que «los palestinos nos precedieron con Oslo» (septiembre de 1993). Así es el régimen árabe oficial: ataca y demoniza a la resistencia, luego corre a normalizar relaciones buscando el agrado de Washington. Se apoya en «el Egipto de Camp David» y justifica sus posturas aliándose con una autoridad impotente en Amán y Ramallah. Este triángulo reaccionario allanó el camino para que el Golfo, Marruecos y Sudán normalizaran, e incluso se aliaran, con la entidad sionista en nombre del profeta Abraham. Hoy vemos el resultado: un conjunto de regímenes y entidades en la Liga Árabe, donde los escombros y la ruina se unen en una misma sala.

Las empresas y bancos jordano-palestinos están controlados por una red de intermediarios y grandes comerciantes a ambos lados del río, bajo patrocinio estadounidense-golfo-sionista. Como dijimos, es una sola clase, unida por el dólar y los intereses comunes desde la época de los «*provincias» bajo supervisión británica hasta los sectores vinculados al colonialismo, la ocupación y el petróleo. Son parte inseparable de un campo colonial que nunca ha abandonado nuestra región, con bases militares en Jordania, Irak, Siria, el Golfo y otros lugares, y una colonia armada con nucleares que masacra a Gaza ante la mirada impasible del mundo.

Ya no quedan vestigios de soberanía nacional en nuestro mundo árabe, excepto en los pequeños enclaves donde resiste el arma de la resistencia. Ese arma es ahora el blanco. Por eso se habla tanto de «desarme», «entrega de armas» y «autoridad única». No es casualidad, como sabe el lector, sino el resultado de la coordinación diaria entre actores patrocinados por EE.UU., que se reúnen periódicamente en hoteles de Aqaba para «consultas».

Es natural, entonces, ver una escena opuesta de solidaridad entre las clases populares de Palestina y Jordania, donde la mayoría oprimida en Gaza, Yenín, Amán, Karak y Hebrón es el verdadero sostén de la resistencia y la que tiene interés real en la unidad, el cambio y la liberación. Pero si se alza y apoya a la resistencia, intenta fabricar armas o llevarlas a tierra ocupada, el régimen jordano y la Autoridad de Oslo la tachan de «pandillas fuera de la ley», merecedoras de prisión, persecución y lapidación.

Fuente: Movimiento Ruta Revolucionaria Alternativa Palestina

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