Nigeria. El terror renovado

Por Guadi Calvo, Rebelion, Africa en Resumen, 24 de abril de 2025.

En estos últimos años en el noreste nigeriano, y particularmente en el Estado de Borno y la región del lago Chad, epicentro desde 2009 de una intensa actividad terrorista que ha provocado más de sesenta mil muertes y unos tres millones de desplazados, ésta pareció haber disminuido.

Quizás este fenómeno se deba a un obligado reacomodamiento del grupo Boko Haram tras el cisma de 2016, que dio paso al Estado Islámico en la Provincia de África Occidental (ISWAP). Esto condujo a una guerra intestina que provocó numerosas bajas, incluidas las de ambos jefes: el histórico emir Abubakar Shekau, en abril de 2021, y Abu Musab al-Barnawien agosto del mismo año, líder y promotor de ISWAP. A esto hay que sumar los éxitos del ejército chadiano de la operación Cólera de Bohoma, que contuvo la presencia del grupo en su país y las operaciones del ejército nigeriano Lafiya Dole, en hausa Paz por la Fuerza, reemplazada en 2021 por la operación Hadin Kai (Cooperación conjunta).

Esta situación se ha revertido desde mediados del año pasado. A principios de este año ocurrió el ataque a la base militar de Sabon Gari, una aldea cercana a Damboa (Borno). Este ataque habría sido una respuesta a una operación del ejército en la que neutralizaron a un importante emir de ISWAP.

Damboa, a unos noventa kilómetros de la ciudad de Maiduguri, la capital del Estado, es uno de los lugares donde más desplazados se han relocalizado y es donde se está registrando más presencia terrorista. Desde hace un año la ruta que conecta las dos ciudades está cortada y en constante vigilancia por parte de las fuerzas de seguridad. Por lo que solo militares y personal de las Fuerzas de Tarea Conjunta Civil (FTCC), un grupo de autodefensa original de Borno compuesto por unos 24.000 mil voluntarios, pueden transitarla. Mientras que los vehículos civiles solo pueden hacerlo dos días a la semana, con estricta escolta militar. Estos caminos suelen estar sembrados de los conocidos y letales artefactos explosivos improvisados (AEI), un armamento característico de este tipo de grupos.

Las organizaciones takfiristas utilizan el asalto a poblaciones, campamentos de refugiados y caravanas comerciales como uno de sus métodos para conseguir insumos corrientes y fondos, mediante secuestros extorsivos y, en algunos casos, para el reclutamiento forzoso.

En marzo pasado una comunidad de pastores desplazados en el área de Abadam, Estado de Borno, tuvo que pagar seis millones de nairas nigerianas (equivalente a cinco mil dólares americanos) debido al secuestro de siete niños y dos adultos. Esta cifra fue escalofriante para las víctimas.

En diciembre del año pasado, en una operación fallida, el ejército interceptó a tres hombres, presumiblemente de la cúpula de la ISWAP, en un tramo de la carretera Maiduguri-Damboa. Solo lograron matar a uno, los otros dos escaparon.

Tras la frustrada emboscada, las tropas del ejército, a manera de venganza, ataron el cuerpo del muyahidín caído al capó de uno de los jeeps, exhibiéndolo como a un trofeo de caza ante la población. Este desafío se cree que ha sido el detonante para la actual campaña de los insurgentes. En esa misma semana elementos de la FTCC sufrieron una emboscada y, al tiempo, una caravana militar también fue atacada.

Las acciones continuas que se vienen registrando desde enero, que específicamente han afectado a aldeas, núcleos de producción agrícola y bases militares en el área de Damboa, dejan en claro que una vez más la ofensiva terrorista está en marcha.

El ataque a la base militar cercana a Damboa ocurrió después de que un grupo de insurgentes rompiera el perímetro de seguridad e ingresara. Esto desencadenó un fuerte combate en el que, según el portavoz del ejército, murieron seis efectivos y se destruyeron varios vehículos militares. Además habrían muerto treinta y cuatro atacantes. Al tiempo que los regulares recuperaron municiones y armas de los insurgentes.

El vocero nada dijo acerca de si los terroristas, lo que es habitual en este tipo de acciones y más cuando se encuentran en el inicio de una fase ofensiva, consiguieron incautar armamento, insumos médicos, equipos de comunicación y vehículos.

Es sospechoso que, tras un ataque menor en la escalada entre el Estado nigeriano y el terrorismo, el presidente Bola Tinubu respaldara enfáticamente a las fuerzas armadas y a los familiares de los militares caídos en el ataque. Esto no es común. Además de llamar a los medios y a la población en general a solidarizarse con las familias de los muertos, los que se temen sean muchos más que los seis informados.

En la región de Bassa, en el estado de Plateau, en el centro-norte del país, los ataques de Boko Haram, en procura de adueñarse de algunos yacimientos, entre diciembre de 2023 y febrero de 2024 fueron asesinados más de mil trescientos civiles, en su mayoría cristianos. A los que hay que sumar los setenta y cinco muertos más desde diciembre último hasta ahora.

En la semana se conoció que el ejército había abortado más planes de ISWAP, que al igual que Boko Haram intenta instalarse en los estados de Plateau y de Bauchi, casi en la periferia de lo que se conoce como el Cinturón Musulmán de Nigeria, donde severos fallos de seguridad tientan a los terroristas a expandirse a áreas no tan claramente islámicas.

A partir de Sabon Gari

Desde el ataque a la base de Sabon Gari a principio de año y todas las acciones que continuaron, se ha evidenciado que los terroristas han incorporado a su ya amplia y siempre actualizada panoplia drones armados para perpetrar ataques en gran escala. El ISWAP ya ha desplegado cuatro de estos artefactos que transportaban granadas de fabricación local, en el ataque contra la Base de Operaciones Avanzada en Wajikoro en Borno, logrando herir a cinco soldados.

La incorporación de este tipo de armamento va a marcar un cambio importante en la insurgencia. En prevención de más hechos como los producidos el pasado quince en Wajikoro, los mandos militares han prohibido el vuelo de drones civiles. Hasta ahora, ISWAP había utilizado drones para vigilancia; con esta nueva aplicación, los terroristas podrán llevar la guerra a otro estadio, pudiendo mejorar sus capacidades operativas en ataques, no solo en la disminución de pérdidas de combatientes.

La posibilidad de poder acceder a estos dispositivos de alta tecnología se la da el control de estas organizaciones de las antiguas rutas en manos de contrabandistas, acuerdos con organizaciones dedicadas al tráfico de armas y la connivencia con estamentos corruptos de las fuerzas de seguridad que les venden armamento e información. Se conoce que también técnicos de los terroristas están trabajando en adaptar drones civiles para reconvertirlos al uso militar.

Esta transición hacia la incorporación de alta tecnología ya se ha registrado también en los grupos wahabitas que operan en el Sahel, y sin duda estas novedades pronto alcanzarán organizaciones “hermanas” que operan en Mozambique, en el este de la República Democrática del Congo (RDC) y Somalia, lo que significará un nuevo reto a los gobiernos que intentan controlar el terrorismo. Los ejércitos africanos y más aquellos que han despedido a sus asesores occidentales, Burkina Faso, Mali y Níger, se encuentran en una fase crítica de esta guerra, por el sospechoso y renovado impulso de los takfiristas, evidentemente dado por enemigos de los gobiernos nacionalistas surgidos en Sahel en estos últimos años. Centrando la mirada exclusivamente en Nigeria, con este agregado tecnológico, ISWAP, al igual que Boko Haram, de no ser detenido de manera urgente, lo que es altamente improbable, llevará sus operaciones a un nivel posiblemente desconocido en la guerra contra el terrorismo, que parece siempre renovarse.

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