El Salvador. Homenajean a mártires de Chalatenango protegiendo su tierra contra la criminal minería metálica

(de nuestra corresponsalía) Resumen Latinoamericano, 14 de marzo de 2025.
VIVAN LAS HEROINAS, HEROES Y MÁRTIRES DE LA LAGUNA SECA, BASTIÓN DE LA REBELDÍA POPULAR INSURRECTA DE LOS AÑOS SETENTAS Y OCHENTAS DEL SIGLO PASADO.
El martes 11 de marzo 2025 en las alturas del histórico caserío rebelde de La Laguna Seca, pobladores de la comunidad Laguna San Ramón o LAGUNA SECA, de Las Minas, Las Vueltas, Las Flores, Ellacuría, Ojos de Agua, Arcatao, Guarjila, , Nueva Trinidad, Los Ranchos y otras comunidades históricas nos reunimos en las alturas de la Laguna Seca para rendir nuestro tributo a las heroínas, héroes y mártires, quienes en los años ochentas del siglo pasado ofrecieron su sangre generosa en la insurrección popular impulsada por vencer la dictadura militar pro-yankee y crear las bases para construir un mundo con justicia social en El Salvador.
Nos acompañaban solidariamente el obispo Oswaldo de Chalatenango y el Padre Gilberto, nacido en Petapita.
Empezamos nuestro homenaje en la linda Iglesia del lugar, para seguir bajando a unos cercanos bambúes, donde una bomba mató a varios pobladores que se refugiaron en un tatú.
Continuamos nuestra peregrinación hasta unas piletas, donde los asesinos de ORDEN emboscaron, torturaron y mataron a los familiares de Julio Rivera, quien como niño logró ocultarse.
Culminamos nuestra conmemoración unas cuadras más abajo por la “casa bajo el mango”, donde una bomba de avión masacró a varias compañeras y compañeros.
Fiel al legado de nuestras heroínas, héroes y mártires, durante todo el homenaje manifestamos nuestro total rechazo a la reintroducción de la criminal Minería metálica en El Salvador y nuestra solidaridad con el pueblo de Palestina que resiste heroicamente al genocidio sionista del colonizador “israelí”.

LA HISTORIA DE LA LAGUNA SECA.
En la segunda mitad de los setentas del siglo pasado con el surgimiento de la Teología de Liberación en América Latina los pobladores chalatecos del caserío Laguna de San Ramón o conocido como “la Laguna Seca” y los caseríos cercanos Plan del Picacho y Peña Flor se organizaron en la Unión de Trabajadores del Campo UTC y en la Iglesia Popular para defender sus derechos, sus tierras y sus vidas ante los voraces terratenientes. Por la fuerte represión por parte de los paramilitares de ORDEN y de la Fuerza Armada muchas hijas e hijos de las humildes familias campesinas se incorporaron en las nacientes columnas guerrilleras. Los cerros El Talzate, El Picacho y otras elevaciones y quebradas del sector se convirtieron en el terreno donde los pobladores, las milicias y la guerrilla forjamos el embrión de una nueva sociedad solidaria y organizamos la autodefensa con la vigilancia de las entradas terrestres a la zona, escarpando
cuevas en los paredones para la protección contra los bombardeos y construyendo una red de campamentos guerrilleros móviles.
Desde el 79 la Dictadura salvadoreña al servicio del Imperio Norteamericano intentó con una criminal represión contra la población civil “quitar el agua al pez”, las hordas fascistas de los paramilitares masacrando a niñas, niños, mujeres y ancianos, con invasiones de grandes unidades de las Fuerzas Armadas y con un indiscriminado bombardeo.
La primera masacre en la Laguna Seca tuvo lugar el 27 de diciembre de 1979, seguida por las masacres del 16 de enero de 1980, del 29 de enero del mismo año, del 11 de marzo del 81, del 23 y 31 de mayo del 82 y del 11 de marzo del 83, hasta que los pobladores insurrectos en coordinación con la guerrilla lograron organizar de manera contundente su autodefensa. Muchas heroínas, héroes y mártires abonaron con su sangre generosa las tierras de estas alturas libertarias. En diciembre de 1983 una bomba de un avión A-37 de fabricación norteamericano impactó en el campamento de una unidad guerrillera, logrando matar al Capitán Andrés, al compa Joaquín, a la compa Dinora La Colocha, a Rosita la Sanitaria y otros 9 compañeras y compañeros más, cuyas identidades nos falta por recuperar.

El encanto de La Laguna Seca
23 de agosto de 2013 Por: Armando Salazar
Laguna Seca floreció pocos días tras la operación enemiga en La Montañona en Octubre de 1981.
Fue esencialmente una comuna. La empujada materialización del idealismo de las relaciones humanas, con sus pobrezas materiales, pero teníamos agua, braseros, sol y viento de sobra. Alguna cosecha, caminos de piedras que rodeaban su iglesia roída por la represión. En La Laguna Seca se escribió y se selló un pacto indisoluble entre los jornaleros y su fuerza política acicalando la gestación de su propia y modesta guerrilla. Su fortaleza no eran las armas ni el protector cerro El Talzate, sino los místicos huevos morales de toparse con la bestia enemiga. No ha existido otra explicación.
La Laguna Seca, que le decimos, fue una especie de aldea espiritual, surgida de sus adobes y calles, sus manantiales, de habitantes de bien, sencillos, honestos, con ropas casi llegando a su humanidad, produciendo alimentos, sus manos en trabajos artesanales y preparándose a conciencia para la continuidad de la vida, que era una guerra por conocer.
Paradójicamente, La Laguna Seca floreció pocos días después de la fantasmal operación enemiga sobre La Montañona en Octubre de 1981. Roto el cerco militar el 5 de octubre, mujeres, niños, ancianos y guerrilleros asomaron a El Conacaste: exhaustos, sin probar bocado por días, calados en sus cuerpos por la lluvia intensa de agua, morteros y con los pies destrozados por llagas a sangre viva.
El equipo fundacional de La Farabundo ingresaba pocas semanas después por las veredas de La Montañita y otras rutas, para iniciar el primer taller de corresponsales de y en guerra y la planificación del trabajo de información y propaganda de la Organización. El viento soplaba sobando el respaldo del cerro El Talzate, una pronunciada elevación de pinos que nos protegía de la artillería y de los bombardeos de la aviación.
Los incesantes tiros parabólicos desde el cuartel La Sierpe, con morteros 120 mm y cañones 105 mm, se iban de paso o caían en el pecho sur de El Talzate. Solo escuchábamos el silbido tenebroso de la enorme carga explosiva y el estruendo expansivo. Ni los pilotos de la fuerza aérea tenían huevos de hacer picadas con sus Fouga Magister sobre La Laguna, para no quedar trabados e incendiados en el copete de la pinera.
Atardecía uno de los primeros días de enero de 1982 y parecía que el sol incendiaba las despeinadas mechas de jaraguá entre El Picacho y El Talzate. El perfil de la serranía hacía un corte en el portillo de la vereda. En esos momentos, en esa vena de la naturaleza, irrumpía como primigenia hojarasca la columna del Destacamento 1 de las Unidades de Vanguardia. Venían con éxito de la “tarea” de San Fernando, la primera operación de asalto militar de las Unidades de Vanguardia UV.
La guerrilla chalateca estaba retomando la iniciativa táctica y estratégica, porque todo el 81 fue de guindas y preservar las fuerzas frente a las grandes invasiones militares. En la vereda que desciende en diagonal, los hijos de la pobrería los esperaban con ansiedad. La columna gritaba a todo pulmón “UV, UV, UV” y cargaban en sus hombros la primera gran requisa de armas y municiones para armar de fusiles a otro pelotón. Contenido de emociones, el chele Dimas y Chamba, entre el tumulto de gente, esperaban en el empedrado frente a la iglesia y el Negro Hugo finalmente rendía parte al frente a su tropa: se confirmaba futuro.

Los sobrevivientes del Sumpul, compañeras, niños descalzos y curiosos, hacían un remolino viendo y tocando los pantalones de sus guerrilleros en formación militar, que cantaban con certidumbre “Se alza ya nuestra roja bandera…”
En esos días en la comuna, por sectores, igual hacían vida familias campesinas y el Poder Popular Local PPL, los pelotones guerrilleros, los talleres de explosivos y armerías, los talleres de sastrería, refacción de zapatos, de logística y abastos, sanidad militar, el mando, la dirección del partido (la DZ), la escuela política y las milicias. Todo mundo circulábamos en los empedrados. Con Luciano, Haroldo, Nicolás, Ricardo y Jacinto hacíamos tertulias nocturnas, se charrangueaban guitarras, se cantaban las canciones del BPR y de FECCAS-UTC (la del “El 24 de diciembre”, las Siete LLaves, la Milonga del Fusilado, Carabina 30-30…).
El padre Tilo Sánchez llegaba a dar misa, a casar jóvenes calenturas y a bautizar cipotes nacidos bajo el fuego de morteros y guindas.
En el encaje que bajaba de El Talzate brotaban manantiales y los compas, con varas de bambú, habían hecho duchas donde todo mundo se bañaba sobre los peñascos. Nosotros chequeábamos y contra-chequeábamos la hora de baño para coincidir con algunas compañeras, guapas e inolvidables jovencitas que con naturalidad solo conservaban los chulupacos en la enjabonada: literalmente, una amenaza de muerte espiritual.
En esos instantes volvía la discusión de si el sexo o la lucha de clases era el motor de la historia. Bajo esas aguas, seguro, Marx y Freud, se sentarían inconfesos sobre las peñas y bajo los manantiales de El Talzate, para disimular la discusión de hechos o teorías… esperando pacientemente el turno.
“Más jala un calzón que una yunta de bueyes”, se decía con profunda sabiduría guerrillera.












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