Colombia. El llamado de Petro a la consulta popular

Por Víctor de Currea-Lugo, Al Mayadeen/ Resumen Latinoamericano, 14 de marzo de 2025.

La actitud de Petro es interesante por varias cosas: 1) llama a la movilización del país; ese mismo país que, gracias al estallido social del 2021, lo eligió presidente; 2) invoca el sistema jurídico y, sin violar norma alguna, utiliza los mecanismos establecidos por las élites para defender las reformas sociales y 3) pone toda la carne de su gobierno en el asador.

Se preguntaba Darío Echandía ¿el poder para qué? Ahora con la esperada confrontación entre el Gobierno de Petro y las élites, y el llamado a una consulta popular, podemos preguntarnos ¿ser Gobierno para qué?

Está muy bien el fin de esa luna de miel en la que el gobierno trataba inútilmente de acercar a algunos sectores de la derecha para defender el bienestar del país, pero tanto va el cántaro al agua que al fin se rompe.

En mi opinión, creo que fue demasiado el tiempo de espera para que las élites entendieran que el gobierno de Petro era diferente y que la apuesta social no había sido solo una promesa de campaña, sino una propuesta de gobierno o por lo menos así debía ser.

La actitud de Petro es interesante por varias cosas: 1) llama a la movilización del país; ese mismo país que, gracias al estallido social del 2021, lo eligió presidente; 2) invoca el sistema jurídico y, sin violar norma alguna, utiliza los mecanismos establecidos por las élites para defender las reformas sociales y 3) pone toda la carne de su gobierno en el asador.

Y digo poner la carne en el asador no solamente porque está jugando con toda la legitimidad y todo su acumulado político al convocar a una consulta popular, sino porque pareciera que, por fin, ha decidido confrontar una contradicción intrínseca que es la de tener el gobierno, pero no tener el poder.

Cansado de tanto bloqueo jurídico, de tanto escándalo mediático fundado y de tanta insensibilidad frente a la realidad, la propuesta de reconocer ese mecanismo de poder popular resulta transformadora.

La derecha no ha sido capaz de ganar la calle, pero sí continúa ganando en el poder legislativo donde viejas prácticas se mantienen y donde los tibios han desempeñado un papel muy importante en el fracaso de la política social.

En el poder judicial, preocupa el papel desempeñado por las altas cortes para torpedear la aprobación de las reformas; lo que confirma la expresión de que “la ley es para el de ruana”, y donde la artimaña jurídica triunfa sobre el sentido común.

¡A la calle, por las reformas!

Podríamos decir que el paso dado por el presidente Petro obliga a los tibios a asumir a su vez una postura a favor o en contra. Esto es un poco tarde y hasta muy poco, en relación con las necesidades del país, pero termina siendo importante ante la realidad del poder que enfrenta.

Como dice el senador Wilson Arias la protesta social que se avecina tiene dos caminos de desarrollo: uno, que siga el curso de los mecanismos institucionales; es decir, que el legislativo entienda que se debe al poder constitucional que reside en el pueblo.

Dos, el del cierre de los espacios institucionales y, por consiguiente, la apertura de la protesta callejera con la misma naturaleza que se vivió en el año 2021; protesta en la que nadie era dueño del paro y donde fueron la espontaneidad y el hartazgo de la sociedad la que condujeron las acciones callejeras.

La decisión de Petro de llamar a una consulta popular es audaz, y hasta un mensaje de jugar al todo o nada, porque si se gana avanzarían las reformas sociales del cambio; pero si se pierde significa, entre otras cosas, la obligación de replantear la forma de hacer política.

En la invitación a algunos neoliberales, como Alejandro Gaviria, a ser parte del gobierno o en la alianza con sectores tibios, hay quienes ven un gesto de diálogo nacional muy propio del M-19, mientras otros ahí veíamos más bien una debilidad; pero, ojalá, ese momento ya quede en el pasado.

Si el pueblo salió a la calle contra el uribismo representado en Iván Duque, puso muertos y superó cualquier expectativa, podríamos esperar que hoy un pueblo movido por un programa concreto, como son las reformas del cambio, y contando con un gobierno que no autorizaría a que la fuerza pública masacre a los manifestantes, su escenario de triunfo sea, teóricamente, mayor.

Tenemos una derecha no solo torpe sino desesperada que no logra ver el nuevo escenario político del país y que todavía se imagina una protesta marginal y limitada y no una nueva versión del estallido social de 2021.

Varios retos ante la consulta popular

Debemos preguntarnos por el temor de las élites a las reformas propuestas. Aclaremos que las reformas no proponen el fin de la propiedad privada de los medios de producción ni el establecimiento de otro modelo político más allá del vigente; las reformas hacen parte de la democracia burguesa del modelo de Keynes (y no de Marx); aun así, la derecha y la extrema derecha venden la idea de que el acceso a la salud, el trabajo digno o un sistema de pensiones decente son el fracaso del país

La decisión de la comisión séptima de archivar la reforma laboral, más todas las demás jugadas en contra las reformas sociales, no es otra cosa que la subvaloración de la capacidad real de movilización entorno a Petro.

Las élites siguen sin entender que el debate es parte esencial de la democracia; negarla y archivar propuestas de ley es el rechazo absoluto de la noción de Estado de derecho. Pero la izquierda en el gobierno debe ser coherente en la cotidianidad con esa propuesta democrática.

Urge, por supuesto, que la bancada del Pacto Histórico en su totalidad se sume al llamado del presidente, así como urge desenmascarar a todos esos tibios bien pensantes que saldrán -como salieron en el 2021- a tratar de defender lo indefendible y a satanizar la protesta social.

En este teórico próximo estallido ya sabemos cuál va a ser la retórica de los medios de comunicación corporativos, pero está por verse la obediencia (o no) de las Fuerzas Armadas al presidente de la República, lo que también resulta interesante.

También resulta interesante que la decisión de convocar a una consulta popular retome una real vocación de poder que se había extraviado entre las mieles de la burocracia estatal y que vuelve a acercar el proyecto a la gente de a pie.

El Pacto Histórico y el gobierno tienen varias metas fundamentales para mostrar su coherencia con la consulta popular ahora convocada. La primera tarea es tratar, de manera honesta, de implementar desde ya, en donde tiene poder real, el espíritu de las reformas. No se puede continuar con contratación precaria donde es posible la contratación formal, solo para dar un ejemplo.

Una segunda tarea es ser capaz de no repetir los errores de protagonismo, de manipulación y de vanguardismo que algunos sectores (no todos, afortunadamente) de la izquierda cometieron durante el pasado paro nacional de 2021. Algunos muchachos de la primera línea siguen en la cárcel, sin que ellos sientan que el gobierno se haya comprometido de fondo en buscar su libertad.

Y una tercera tarea es evitar pensar en la consulta y en la movilización únicamente en la lógica electoral de 2026. Una cosa es buscar la consolidación de una propuesta en las urnas y otra, instrumentalizar al pueblo. El “populismo” de izquierda también existe.

Que la calle y las reformas nos unan, pero eso implica la renuncia inmediata y real a los particularismos, los guetos, las sectas y demás estructuras que hoy cierta izquierda reivindica como si fuera el paradigma.

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