India, un largo puente hacia Kabul

Guadi Calvo*, Resumen Latinoamericano, 27 de febrero de 2025.
Desde que el talibán entró victorioso a Kabul en agosto del 2021, al mismo ritmo que
las relaciones con Islamabad se fueron deteriorando, Nueva Delhi ha ido estrechando
los lazos con los mullahs. Quizás los juegos de intereses, cercanías y distanciamientos
entre Afganistán, Pakistán e India sean el mejor ejemplo práctico de aquel concepto que
apareció por primera vez tres siglos antes de Cristo en el Arthashastra, el tratado hindú
sobre la gobernanza del estado: “el enemigo de mi enemigo…”. Pakistán, al estar en
medio de afganos e indios, obligatoriamente ha desarrollado más vínculos, entre sus dos
vecinos, de los que han tenido India y Afganistán, más allá de haber sido parte del
Imperio Británico. Las relaciones entre Pakistán y Afganistán, contrariando lo que se
podía suponer a priori, han alcanzado puntos extremadamente conflictivos desde que los
mullah han llegado a Kabul. Partiendo de dos factores determinantes, Islamabad
profundiza sus políticas de deportaciones masivas contra los tres millones de afganos
que desde hace décadas se han refugiado, no solo a lo largo de la frontera, la disputada
“Línea Durand”, sino también en ciudades como Karachi, Islamabad y Rawalpindi. En
esta última, se están dando cursos intensivos a la policía, la Guardia Fronteriza y otras
fuerzas de seguridad, para la búsqueda y captura de afganos indocumentados o no. Ya
que un millón y medio de ellos han conseguido el estatus de refugiados avalados por la
Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR),
lo que había sido revalidado por el gobierno pakistaní. Con un plazo que vencía el
próximo treinta de junio. Esta situación se agrava con la decisión del presidente Donald
Trump de cerrar la Oficina del Coordinador de los Esfuerzos de Reubicación de los
afganos (CARE) a partir del próximo abril, lo que impedirá que doscientos mil afganos
que han colaborado con los Estados Unidos durante la ocupación puedan radicarse en
aquel país. Si bien las motivaciones que articula el gobierno del primer ministro,
Shehbaz Sharif, es la grave crisis económica que atraviesa el país, tan cierta como que
Pakistán es el cuarto deudor mundial del Fondo Monetario Internacional, después de
Argentina, Egipto y Ucrania. Quizás la principal de las razones de esta campaña de
deportaciones sea por el supuesto “dejar hacer” de Kabul al grupo terrorista Tehreek-e-
Taliban-e-Pakistan (TTP), que aparentemente nada tiene que ver con los muyahidines
del mullah Haibatullah Akhundzada y, en menor medida, con las organizaciones
armadas de Baluchistán, que pugna por escindirse de Pakistán desde hace más de
setenta años. Las cotidianas operaciones del TTP, en Pakistán, que después de golpear
vuelven a Afganistán, les han permitido provocar miles de bajas al ejército, a las fuerzas
de seguridad y civiles, además de generar a Islamabad pérdidas millonarias. Según
algunos registros, entre 2023 y 2024, los muertos superarían los dos mil. Mientras
Pakistán establece mayores controles en los pasos fronterizos, lo que causa un
descalabro económico en todo el sistema comercial a un lado y otro de la frontera,
profundizando la crisis económica, Islamabad ha bombardeado posiciones del TTP, en
territorio afgano, generando al menos una veintena de civiles muertos. India, el histórico
enemigo de Pakistán, con quien desde 1947 ha mantenido tres guerras e innumerables
choques fronterizos por la región de Cachemira, estrecha más y más lazos diplomáticos
y comerciales con el gobierno talibán. Si bien Nueva Delhi ha tenido históricamente una
relación ambivalente con Afganistán, a lo largo de los veinte años de ocupación
norteamericana (2001-2021) tuvo una importante presencia en ese país, habiendo
invertido más de tres mil millones de dólares en el sostenimiento de distintas
instituciones estatales, incluida la construcción del parlamento y el entrenamiento tanto
del extinto Ejército Nacional Afgano como de la Alianza del Norte, la vieja
organización político-militar creada por Ahmad Shāh Masūd, asesinado dos días antes
de los ataques a las torres de Nueva York. Sin su líder y a pesar de haber sido derrotada
por los talibanes en la guerra civil 1992-1994, resistió en las alturas del Panjshir hasta la
llegada de los norteamericanos en 2001 y, tras su ida veinte años después, es ahora el
hijo de Masūd, también llamado Ahmad, que junto a Amrullah Saleh, el ex
vicepresidente del gobierno norteamericano, intenta mantener la resistencia en la
provincia de los tayikos afganos. Afganistán también cuenta con la peligrosa presencia
del Daesh Khorasan, que, instalado desde el 2014, ha sido una creciente amenaza para
el poder de los mullah.
La guerra quedó atrás.
Durante los primeros meses del nuevo gobierno de los talibanes, la presencia india
prácticamente había desaparecido de Afganistán, aunque comenzó a retornar tras las
primeras señales que dejaban en claro que los mullahs, o por lo menos gran parte de su
gobierno, ya no eran los fanáticos moldeados por su fundador, el mullah Mohammad
Omar, muerto en 2013. La dirigencia intentaba la creación de un estado, con todas las
prevenciones del caso, “moderno”, mientras se distanciaban de Pakistán, por lo que
India rápidamente redobló sus políticas de acercamiento, enviando en diciembre del
2021 toneladas de ayuda humanitaria, sentando las primeras señales de cuál era su
intención. Las actuales inversiones indias en Afganistán se están concentrando en la
creación y el mejoramiento de infraestructuras, además de brindar ayuda humanitaria y
alentar fuertes contactos diplomáticos. Nueva Delhi pretende convertirse en el canciller
de los intereses afganos a nivel global; como contrapartida, Kabul ha declarado a India
como “un socio regional y económico importante”. India sigue asumiendo su primacía
regional, sabiendo que fácticamente su único rival es China, ya que Pakistán está
prisionero de su grave crisis económica, con un gobierno espurio emergido de la
componenda entre el establishment, el ejército y la embajada norteamericana, que
consiguió el derrocamiento y encarcelamientos del primer ministro, Imran Khan, lo que
no deja de generar graves remesones políticos, además de la presencia del TTP y los
movimientos armados baluchis. A pesar de que, a lo largo de la guerra del talibán contra
Estados Unidos y sus aliados, entre los que se encontraba Nueva Delhi, los muyahidines
atacaron repetidamente sus misiones diplomáticas: El edificio de la embajada en Kabul,
en dos oportunidades, 2008 y 2009, y los consulados de Jalalabad en 2013, Herat en
2014 y Mazar-i-Sharif en 2015; el gobierno del primer ministro Narendra Modi dejó la
guerra atrás para beneficiarse de la orfandad internacional de Afganistán. Su mala fama
y los resabios de algunas políticas respecto a las mujeres todavía pesan. Al no tener
salida al mar, dependería casi totalmente de Pakistán para su comercio exterior, lo que
podría ser subsanado por la utilización del puerto de Chabahar, en la provincia iraní de
Sistán-Baluchestán, entre el océano Índico y el mar de Omán, que se ha construido con
recursos aportados por India. India ya tiene más de quinientos proyectos que se centran
en los sectores de energía, infraestructura hídrica, transporte, atención sanitaria,
educación y agricultura e importaciones de medicamentos y ropa. En enero del año
pasado, la diplomacia de Modi comenzó las primeras rondas con el ministro de Asuntos
Exteriores afgano, Amir Khan Muttaqi, donde se discutió la reconstrucción de mucha
infraestructura, destruida por los más de cuarenta años de guerra consecutiva que ha
sufrido este país centroasiático. Días más tarde, el secretario de Asuntos Exteriores
indio, Vikram Misri, se reunió con Muttaqi para diseñar alianzas comerciales y nuevos
proyectos de desarrollo. Mientras que China nombró como embajador en Kabul a Zhao
Xing en 2023, ya habiendo hecho inversiones por mil quinientos millones de dólares en
diferentes áreas para la explotación de sus recursos naturales: cobre, litio y oro, cuyo
valor se estima en un billón de dólares, además de gas y petróleo. Beijing, además,
pretende incorporar Afganistán en la Iniciativa del Cinturón y la Ruta de China (BRI),
para intentar que India termine de concretar su largo puente hacia Kabul.
*Guadi Calvo es escritor y periodista argentino. Analista Internacional especializado en
África, Medio Oriente y Asia Central. En Facebook:
https://www.facebook.com/lineainternacionalGC.
You must be logged in to post a comment Login