Chile. Estado Contrainsurgente: La táctica de la reacción para contener el avance de la clase trabajadora y del pueblo
Resumen Latinaomericano, 03 de diciembre de 2024.
El Estado es un órgano de dominación de clase, un órgano de opresión de una clase por otra es la creación del “orden” que legaliza y afianza esta opresión, amortiguando los choques entre clases” V. I Lenin
Si comprendemos que el Estado y, parafraseando a Lenin en su magistral obra El Estado y la Revolución, no es más que la junta que administra los intereses de las clases dominantes, debiésemos comprender inmediatamente que una de las labores permanentes por parte de la burguesía y el bloque en el poder desde el Estado y sus poderes, legislativo, ejecutivo y judicial, es generar dispositivos de control de quienes bregan por acabar con el capitalismo y la sociedad de clases que se sostiene en la generación de plusvalía, en base a la sobreexplotación de la clase trabajadora y el pueblo. Es decir, todo su andamiaje superestructural busca asegurar sus negocios y acabar con la lucha revolucionaria a través del fortalecimiento permanente del Estado contrainsurgente.
Sin embargo, en la lucha de clases, hay momentos donde las contradicciones se agudizan y con ello la confrontación de clases es abierta, y en otras es solapada, cuando reina la ansiada “armonía” de la burguesía o la relativa calma. En ese sentido, el estado contrainsurgente va desarrollando diferentes tácticas y mecanismos según el estado y desarrollo de la propia lucha de clases, considerando que su funcionamiento es permanente.
Por otro lado, asistimos a la tendencia a la guerra del sistema capitalista a escala global, el fortalecimiento de la militarización de las sociedades y las respuestas violentas a los diversos y complejos escenario de conflictividad social, los que son, sin duda, una respuesta a la crisis integral y profunda del capitalismo en su actual fase imperialista. En contraposición, los pueblos del mundo en la última década han comenzado una oleada de rebeliones populares que ha erosionado profundamente el actual orden de explotación y opresión capitalista y la democracia como herramienta de consenso entre las clases; quedando cada vez más en evidencia las contradicciones irreconciliables entre el proletariado y la burguesía.
Desde el pacto por la paz y la nueva constitución de noviembre del 2019, el conjunto de las fracciones de las clases dominantes se puso de acuerdo para trazar una hoja de ruta que permitiese primero que todo retomar la iniciativa política de la dominación, y seguido a ello, desmovilizar al pueblo en lucha que desde octubre estaba en las calles exigiendo sus derechos. En segundo lugar, buscaron cooptar a sectores vacilantes, revisionistas y oportunistas que vieron en la nueva constitución y en el tren electoral un espacio para sus mezquinos intereses; entendemos que las elecciones no son sino una herramienta de domesticación de las masas y una forma de institucionalización de las aspiraciones y luchas del pueblo y que tiene un profundo componente contrainsurgente. En tercer lugar y de forma más soterrada sus esfuerzos estuvieron enfocados en generar un acuerdo para combatir un posible nuevo alzamiento popular y hacerles frente a las organizaciones que han decidido luchar por avanzar en conquistas para la clase trabajadora y preparar las condiciones para la lucha por el poder y la victoria. Ese plan acordado tras bambalinas, pero con acuerdo transversal, hoy está en pleno despliegue y operación en los palacetes de quienes nos explotan y oprimen y buscan nuestro aniquilamiento político. Ejemplo de ello es el paquete de leyes represivas que han lanzado con la justificación de combatir la delincuencia pero que de ninguna manera se ha traducido en mejorar la seguridad del pueblo.
Boric y sus aliados agrupados en el socialismo democrático, el falso PC y el actual partido único Frente Amplio, cumplen actualmente un rol desmovilizador que no solo fue decido a través de las malolientes urnas, sino que fue acordado por los organismos del imperialismo. Desde luego la Casa Blanca, el Departamento de Estado y el Pentágono, como los otros gobiernos títeres de Latinoamérica, aquellos que del cuño que sean, buscan a través de la pantomima y la pirotecnia democrática progresista, liberal o reaccionaria contener y cooptar el incipiente movimiento de masas que desde inicios del 2000 abrió un nuevo ciclo en la lucha de clases para la acumulación de fuerza social revolucionaria en Latinoamérica… Haití, Ecuador, Colombia, Argentina, Perú entre otros, y desde luego Chile, que tuvo como punto más álgido el alzamiento popular de octubre que dejó profundos aprendizajes y lecciones.
La ofensiva contra el pueblo Mapuche y principalmente el sector autonomista anticapitalista y anticolonial, es sin lugar a duda, una de las volteretas más magistrales del actual gobierno encabezado por Boric. Desde la fallida visita a Temucuicui por parte de la ex Ministra del Interior Iskia Siches, al actual y extendido estado de excepción, que tiene como consecuencia la presencia militar en la región de la Araucanía, la provincia de Arauco y Bio-Bio, además de la prisión política y sus extensas condenas, tortura, persecución política y el asesinato como táctica para frenar la lucha por tierra y autonomía por parte de las comunidades y sus organizaciones de avanzada, que de forma decidida y combativa ha enfrentado al estado, las forestales, las mineras y a los terratenientes.
La táctica de instalar el crimen organizado y la migración como un enemigo interno es parte del componente principal para impulsar una agenda antipopular y contrainsurgente que permita instalar un discurso hegemónico, articulado a través de todos los medios de comunicación de masas y los discursos políticos y así impulsar una batería legislativa que busque, en el fondo, dar seguridad para los negocios de los ricos y la explotación de la clase trabajadora. Al poco andar del gobierno, Boric impulsó la Política Nacional Contra el Crimen Organizado, con esto se buscó generar un acuerdo interburgués de carácter transversal para sostener una ofensiva anti pobres y con ello asignar recursos logísticos, de infraestructura, humanos y de operaciones, entre otras áreas, con el objetivo de hacerle frente no solo a las bandas criminales y a la migración “ilegal” sino que también a los sectores en lucha, que bien sabía el poder, podría hacer temblar los cimientos de la dominación, tal como había sucedido en el rojo octubre del 2019.
Por otro lado, el bloque en el poder ha identificado y puesto en su mira diversos actores que podrían reimpulsar un nuevo proceso de alzamiento o colocar en aprietos sus intereses de clase. Las y los estudiantes clasistas y populares, las y los pobladores principalmente de las tomas de terreno y agrupados en los comités de vivienda, el pueblo nación Mapuche, las y los anarquistas y subversivos, y en particular la juventud popular, son considerados un enemigo interno frente al cual han acordado avanzar con una “agenda de seguridad” para enfrentarlo en el marco de la estrategia de guerra de baja intensidad, que hoy tiene en las mazmorras del capitalismo a muchas y muchos compañeros hechos prisioneros, Tohá, Monsalve y compañía, no han hecho otra cosa que profundizar la guerra contra el pueblo, declarada por Piñera y sus secuaces, que hoy se traduce en la criminalización de la lucha como táctica para frenar cualquier avance de la clase trabajadora y el pueblo, en su camino de acumulación de fuerza revolucionaria y conciencia de clase.
Desde medidas como el estado de excepción en el norte y sur del país y leyes como la llamada Ley antiterrorista, Ley Anticapucha, Aula Segura, Antibarricadas, Antitomas, y hoy con el debate por el Fortalecimiento del Sistema de Inteligencia del Estado, la creación de Ministerio de Seguridad, el acrecentamiento de Infraestructura Crítica, el establecimiento de las Reglas del Uso de la Fuerza, la ampliación de la Cárcel Santiago 1, buscan generar una institucionalidad para afrontar la lucha contra quienes desde distintas trincheras nos enfrentamos al estado, sus aparatos represivos y de dominación. Ante las condiciones actuales de sobre explotación de la clase trabajadora, de alzas de precios de los alimentos y servicios básicos, del abuso de empresarios, jueces, fiscales y políticos, frente a la mala educación, salud y vivienda que recibimos las y los pobres, ante la precarización de la vida en todas sus formas, no queda otro camino que rebelarnos.
Es este escenario, el de un potencial nuevo alzamiento popular, que las y los poderosos también avizoran a través de sus centros de pensamiento y estudios, desde luego desde el Ministerio del Interior, la Subsecretaria del Interior y de Prevención del Delito y la Agencia Nacional de Inteligencia (ANI) y todos los servicios de inteligencia de las fuerzas armadas y de orden. Saben muy bien que las condiciones objetivas para una nueva rebelión de masas están dadas y que es cosa que emerja con furia toda la rabia acumulada y la energía transformadora del pueblo y que, nuevamente, el “oasis” o el “esto no prendió” se transforme en una pesadilla para los dueños del poder y la riqueza.
Las y los comunistas revolucionarios debemos desenmascarar la operación política – legislativa – policial – militar, que encabeza la fracción de la burguesía que hoy está en el poder y que busca aniquilar tanto política como organizativamente a los sectores en lucha del proletariado y el pueblo; pavimentando el camino al nuevo gobierno, que además cuentan con cómplices activos en municipios que a pesar de fingir ser del lado de los pobres no son más que vagones de cola serviles a las políticas de la burguesía y el imperialismo, todos ellos, nos quieren acabados, tras las rejas o aniquilados tanto política como físicamente.
Por otro lado, ante el avance del estado contrainsurgente, debemos prepararnos para enfrentar de forma decidida e integral al Estado y sus fuerzas de orden, tomar medidas de aseguramiento y desplegarnos al interior del movimiento popular y de masas. Sin el fortalecimiento de los instrumentos y capacidades propias, será imposible luchar por conquistar el poder y la victoria para el proletariado y las masas oprimidas.
Asimismo, debemos constituirnos como alternativa política revolucionaria a este sistema de miseria y explotación. Las y los comunistas revolucionarios tenemos la tarea de llegar a lo hondo y profundo de tal manera que a lo largo y ancho de este país se aclame la rebelión. Las condiciones objetivas están sumamente dadas y ahora es nuestra tarea lograr avances en los niveles de conciencia. Que sean las masas en su conjunto quienes decididamente estén dispuestas a combatir este sistema y luchar por la transformación radical de esta sociedad.
Fuente: El Porteño
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