Pensamiento crítico. Los sepulteros de la memoria


Por Geraldina Colotti, Resumen Latinoamericano, 7 de septiembre de 2024.


“Fascistas, carroñas, vuelvas a las alcantarillas”, se
gritaba hace años en las calles italianas. “Crs, SS”,
coreaban los jóvenes manifestantes franceses, para
denunciar los métodos brutales de la policía, las
Compagnies Républicaines de Sécurité (CRS),
comparandolas con las SS nazis. Y habías muchas
otras consignas que, también en Italia, recordaban a
los fascistas que su destino era terminar patas arriba:
como Mussolini, ajusticiado y colgado de esta manera
en Piazzale Loreto, en Milán.
Por no hablar, pues, de las consignas de apoyo a la
resistencia palestina, que hoy han sido ampliamente
proscritas, en cuanto “antisemitas”. Y además eran
habituales y diarias las amenazas hechas en las calles
contra los patrones y la burguesía, con referencias
explícitas a la violencia revolucionaria y la “venganza
del proletariado”.
Contenidos similares se expresaban en las canciones
de lucha contra los guardias penitenciarios y los del
sistema, y ​​contra la propiedad privada, “porque no es
delito robar cuando se tiene hambre”, cantaba Fabrizio
De André. Eran años en los que el comunismo había
ganado en la mitad del mundo y lo había ganado

mediante revoluciones populares: en Rusia, en
Vietnam, en China, en Cuba, inspirando y apoyando
las independencias anticoloniales. Crear “diez, cien,
mil Vietnam” fue la instrucción que dejó el Che, quien
murió combatiendo en Bolivia el 9 de octubre de
1967.
Un ejemplo que parecía posible seguir también en
Italia, Francia, España, Alemania, Bélgica: reanudar el
avance del Ejército Rojo, que había tenido que
detenerse a las puertas de Europa, con una “guerra de
larga duración”. Una forma, también, de celebrar a
quienes habían caído luchando para frenar el avance
del nazi-fascismo, a quienes la burguesía había dado
carta blanca para contrarrestar la fuerza del
movimiento obrero internacional.
“Bienaventurados los pueblos que no necesitan
héroes”, escribió Bertolt Brecht, queriendo decir que,
mientras tengamos que luchar, necesitamos figuras
que, con su ejemplo, encarnen ideales colectivos. Y
no hacía falta explicar cuáles eran los ejemplos a
seguir por los explotados. Y no se utilizaban
eufemismos para señalar a los traidores, ya que la
batalla de símbolos estaba definida por elecciones
concretas.

Luego, mucho más tarde, una vez derrotada y
desaparecida la fuerza impulsora de la transformación
radical, las “distinciones”, las ambigüedades, los
desvíos, los claroscuros de la memoria y, en última
instancia, de sus sepulteros se extendieron por toda
Europa.
Para cierta izquierda italiana, ya encaminada hacia la
desinversión, la frase de Brecht se convirtió entonces
en la afirmación perentoria de que, en la era del “post-
todo”, los comunistas no necesitaban héroes. Se
atribuyó así al heroísmo una connotación arcaica de
violencia, acercando el concepto al fascismo, al
campo contrario.
“¡Ah!, nosotros/,que queríamos preparar el terreno
para la bondad/no pudimos ser bondadosos”, escribió
Brecht en el poema titulado “A los que vendrán
después”.
Y, al describir las condiciones en las que, en la lucha
por el comunismo no era posible ser bondadosos,
además de la necesidad de reconocer la dureza del
conflicto, manifestó plenamente su conciencia de los
costes, de los riesgos inherentes a el manejo de la
violencia revolucionaria, que puede hacerte parecer al
enemigo. “Bien sabemos / que el odio contra la
ruindad/deforma el rostro/y la rabia contra la

injusticia/enronquece la voz”, escribió. Conciencia de
la necesidad, por tanto, no escudo moral.
“Pero vosotros – concluyó el poeta alemán -, cuando
llegue el momento/ /en que el hombre sea bueno para
el hombre/, acordaos de nosotros con comprensión//”.
Sin duda, el revolucionario alemán habrá tenido que
revolcarse en su tumba muchas veces: no sólo porque
el tiempo de “que el hombre sea bueno para el
hombre” se ha alejado del horizonte, sino porque la “
comprensión” hacia las revoluciones anteriores y sus
errores, solicitada a las generaciones futuras,
entendida como resultado de una evaluación histórica
en la que el alcance y los términos del conflicto de
clases fueran claros, ha sido reemplazada por una
especie de “narcisismo compasivo” con el que el
Occidente capitalista se absuelve, e impone a las
izquierdas “blandas” connivencia con el enemigo de
clase.
Una visión en la que la oposición inconciliable entre
dos concepciones diferentes del mundo -comunismo y
fascismo- se ha convertido en el choque de dos
“totalitarismos”, en el que no hay perdedores, sino
“víctimas”: y víctimas más merecedores que otras en
función de su subordinación al único modelo
considerado posible, el capitalista, acompañado del

“imperialismo humanitario” y de guerras igualmente
“humanitarias”.
Y así, una vez que el campo de los dominados está
indefenso, privado de la legitimidad de la fuerza
necesaria para contrarrestar la del enemigo (y por
tanto para “preparar el terreno para la bondad”), la
arrogancia del enemigo se impone y se extiende.
Contra la legitimidad de los derechos, se impone la
legalidad de quienes los violan a voluntad cuando sus
mismas leyes, nacionales o internacionales, les
resultan incómodas.
Una vez que la historia del comunismo ha quedado
reducida a la de un proyecto criminal; una vez que el
siglo de las revoluciones ha quedado reducido a un
siglo de violencia, autoritarismo y “gulags”; una vez
que los revolucionarios italianos y europeos,
encarcelados y derrotados, han sido tildados de
“terroristas”, la “judicialización” de la memoria
avanza. Y el análisis histórico se convierte en una
cuestión de tribunales, interpretable según las
categorías del derecho penal.
En la “simetría antitotalitaria”, la igualdad de las
víctimas se convierte primero en igualdad de las
causas, y luego se produce una noche en la que, como

decía Hegel, “todas las vacas son negras”, y el negro
de las esvásticas acaba imponiéndose de nuevo.
Y así, si todo se define en la categoría metafísica del
“terrorismo”, sea las acciones armadas de la guerrilla
comunista que lass masacres fascistas a sueldo de la
CIA, la puerta se abre de par en par a los sepulteros de
la memoria, para darles a la derecha neo-nazi una
nueva impunidad.
Al ocultar el hecho de que el fascismo es una
“patología” del Estado burgués y del capitalismo, osea
que es su “verdad”, se abre de par en par la puerta a
una regresión autoritaria que vemos extenderse de
Europa a América Latina.
En el clima de guerra permanente determinado por el
colapso del orden bipolar, la “guerra contra el
terrorismo internacional” corresponde a la contra el
“terrorismo interno”, identificado gradualmente con
las categorías potencialmente inconvenientes para los
intereses patronales, o con aquellos temas aptos para
“capitalizar” los miedos: inmigrantes, “irregulares”,
islamistas, etc. Se trata de despertar las emociones
más sórdidas y darles un buen uso “estabilizador”.
Cuanto más se habla de humanitarismo o de “bien
común”, más se desata y difunde el racismo, el
machismo, la opresión y el suprematismo, legitimados

por una industria cultural que se nutre de ese
individualismo narcisista, determinada a impedir la
llegada de una sociedad en la que “el hombre sea
bueno para el hombre”.
Cuanto más se habla de “paz”, más avanza a nivel
global una gigantesca guerra contra los pobres, la
economía bélica desertifica territorios y se apodera de
ellos, alimenta la sociedad del control, la
criminalización de los migrantes y la militarización de
las fronteras. Un gran negocio para el complejo
militar-industrial. Una realidad que pone de relieve la
inevitable contradicción entre la legalidad burguesa y
la legitimidad del derecho del pueblo a rebelarse para
que “el hombre sea bueno para el hombre” (y para la
mujer).
Es en este espacio de desregulación de los poderes
fuertes y, al mismo tiempo, de hiperregulación de los
sujetos débiles y de la oposición social, dejado vacío
por la creciente adhesión de la “izquierda” a las
políticas neoliberales e imperialistas, donde las
diversas máscaras del fascismo y el nazismo han
surgido en el escenario mundial.
La demonización y el chantaje impuesto durante
décadas al uso legítimo de la fuerza en la organización
de los sectores populares, fue acompañado por la

autorización e impunidad dada a las consignas,
mítines y ataques nazis, imponiendo un diccionario
distorsionado de la memoria, que entrampa las
posibilidades de la revuelta.
Hasta tal punto que un palestino que se rebela con
armas es ciertamente un “terrorista”, pero incluso si es
asesinado por las fuerzas de ocupación mientras se
manifestaba pacíficamente, se le considera “un
suicida”, o “un idiota”, según la definición de el
régimen sionista.
Tanto es así que, mientras el “modelo alemán” se
hunde en lo que, hasta ahora, se ha considerado la
“locomotora de Europa”, Alemania se ha convertido
en la punta de lanza de la OTAN, con la complicidad
de la “izquierda” burguesa. Y el nazismo gana en las
urnas, sin encontrar barreras ni oponentes equipados.
El apoyo incondicional al régimen sionista por parte
de la extrema derecha alemana (AfD) ejemplifica el
cortocircuito que ha surgido en Occidente.
Pero la izquierda “democrática” (e imperialista)
parece mucho más comprometida con la lucha contra
el “comunismo” en todas sus formas. Por eso, así
como no tuvo reparos en “reconocer” a un payaso que
nadie eligió como presidente “interino” de Venezuela
(Guaidó), ahora acredita a otra golpista (Machado),

atacando sin tregua la democracia y la soberanía del
país bolivariano.
Y, mientras tanto, mientras Europa financia a los nazis
del Batallón Azov, en Ucrania, la estonia Kaja Kallas
es elegida para liderar la política exterior de la UE. La
señora, la primera mujer en convertirse en primera
ministra de su país, se atribuyó la responsabilidad de
la destrucción de los monumentos en memoria de los
soldados soviéticos que cayeron para salvar a Europa
del nazifascismo.
La profanación, que otros gobiernos bálticos
prometieron seguir, llevó al gobierno ruso a incluir a
Kallas en la lista de personas buscadas. “Y esto es
sólo el comienzo – declaró la portavoz del Ministerio
ruso de Asuntos Exteriores, María Zajárova – los
crímenes contra la memoria de quienes liberaron al
mundo del nazismo y el fascismo deben ser
perseguidos”.
Incluso en Cuba, los fascistas pagados por Miami
dañaron los bustos de José Martí, así como en
Venezuela derribaron los de Chávez en el intento de
golpe postelectoral y, en Roma, vandalizaron el busto
de Bolívar. “Al fascismo lo exasperan los símbolos de
la emancipación, sobre todo si mantienen su
presencia”, afirmó Abel Prieto.

La historia, escribió Gramsci, “es siempre
contemporánea, es decir, política”.

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