Argentina. A 44 años de la desaparición forzada de Irma Laciar de Carrica

Resumen Latinoamericano, 19 de abril de 2021.

Se cumplen 44 años de la desaparición forzada de la militante peronista, afiliada a ATE y maestra de enfermeras.

Irma Laciar de Carrica fue detenida en su domicilio del barrio porteño de Liniers el 18 de abril de 1977 por fuerzas conjuntas de la Policía Federal y el Ejército Argentino y aún permanece desaparecida.

Su hijo, Héctor “Pelusa” Carrica, histórico dirigente de ATE, no cesó nunca de buscarla exigiendo memoria, verdad y justicia tanto en tribunales nacionales e internacionales como en la calle junto a los organismos de Derechos Humanos…hasta su fallecimiento el 29 de abril del año pasado.

Este extracto de un testimonio suyo sobre su madre integrará un cuadernillo de la colección Labradores de la Salud Popular del IDEP Salud de ATE que será publicado en el marco de los actos recordatorios al cumplirse un año de su partida. 

“Lo que más quedó fue su sonrisa, su alegría. Era una persona con una jovialidad que no la puedo asociar con la imagen de una viejita… era tan joven de espíritu y tenía tanta capacidad para tratar con los jóvenes que lograba que se sintieran siempre cómodos junto a ella.

Despertaba en los demás cariño, admiración. Hoy siento que no había ningún secreto: era producto del amor a su clase.

Otra cosa que me quedó grabada en la memoria es que como ella deba clases en casi todos los hospitales públicos de la Capital Federal, tenía alumnos sembrados en todos lados, y tenía una enorme autoridad profesional. Es sabido que ningún enfermero o médico que se precie de tal puede ver un paciente esposado en una cama. Ella hacía un despelote bárbaro cuando le avisaban que había un militante en cualquier hospital, sacado de la cárcel o de una comisaría porque estaba grave a causa del maltrato, de la tortura… esposado a una cama y con custodia policial. Allí iba Irma, con su uniforme, su cofia, lo primero que hacía era sacar a los policías de al lado de la cama del paciente y confortarlo, curarlo, transmitir esperanza…, y son muchos los compañeros que pueden dar testimonio de eso, muchos recuerdan agradecidos ese aliento, cuando las fuerzas flaqueaban.

(…)

Recuerdo que en una oportunidad, en 1969, estábamos detenidos en la tristemente conocida Ex Coordinación Federal (hoy Superintendencia de Seguridad Federal), el cura Rojas -de Córdoba-, Omar Valderrama -maestro catamarqueño-, Luis Rodeiro -quien había sido muy torturado- y yo. Cuando ella me fue a visitar, vio en el estado que se encontraba Luis y, sin pensarlo un instante, armó terrible despelote ante la superioridad de la Policía Federal, logrando la autorización para curarlo y asistirlo.

Siempre me vuelve ese recuerdo, esos días… el ejemplo de los compañeros, la dignidad y entereza con que Luisito Rodeiro sobrellevó el dolor de la tortura.

(…)

La vieja hacía despelotes contra cualquier estructura de poder de los hospitales, las cooperadoras, las damas de rosa (esas señoras de la sociedad, que en su tiempo libre iban a hacer beneficencia a los hospitales).

Ella enseñaba a las enfermeras y permitía que los pacientes participaran de la clase, todos juntos, en un mismo ámbito, así concebía la educación para la salud. Para Irma la salud debía entenderse como un derecho humano, en consecuencia el destinatario de la salud, que es la comunidad, que son los más castigados, los humildes, tienen que ser los pilares fundamentales de cualquier organización de la salud pública.

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Cuando estaba transitando los pasos hacia el final de su destino, en una charla que tuvimos, aproximadamente dos meses antes de su detención y posterior desaparición, traté de convencerla de la necesidad de retroceder y reinsertarse en el interior del país. Ella no aceptó. Me explicó que tenía que permanecer en Buenos Aires, por ese entonces en la Capital Federal se concentraban los mayores operativos represivos. En ese momento las detenciones clandestinas se multiplicaban y comenzaba a vislumbrarse una escalada de terror, ya no sólo se llevaban a los militantes, también habían comenzado a desaparecer los familiares y amigos de los compañeros detenidos políticos.

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No aceptó irse del país, como lo habían hecho militantes más reconocidos e, incluso, las conducciones de las organizaciones que rumbeaban hacia el exilio.

Mi vieja solía decirme: el borrarse comienza a convertirse en un hábito, una vez que se comienza…, se lo decía a sí misma porque fundamentalmente su objetivo personal era la búsqueda de los compañeros secuestrados, desaparecidos… Por eso sentía que el hecho de dejarlos en manos del enemigo era abandonarlos a su suerte.

(…)

La capturaron el 18 de marzo de 1977, a las tres y media de la mañana arrancándola de su casa, Palmar 6658 en el barrio de Liniers. Fueron fuerzas conjuntas de la Policía Federal y el Ejército Argentino. La orden salió del Primer Cuerpo de Ejército, al mando del operativo estuvo el Teniente Coronel Gatica, en aquel momento Jefe del Regimiento de Patricios. Junto a Irma fue secuestrado su hermano Carlos Laciar, quien recuperó su libertad tras ser llevado como testigo del levantamiento de todas las pertenencias del domicilio de Irma, para ser trasladadas al batallón de arsenales 101 de Villa Martelli…

… Carlos y su hija Mirta denunciaron inmediatamente en el Ministerio del Interior esta detención bajo el expediente N° 221702. Debo decir que mi tío hizo honor al ejemplo de su hermana porque nunca dejó de denunciar junto conmigo y mi prima Mirta en todos los foros nacionales e internacionales la desaparición de su hermana figurando, inclusive, en el libro Nunca Más.

Mamá fue consecuente: supo ir hasta el final, y dio todo”.

ATE Nacional

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